Fotografía de © JF Deroubaix
Ahora leí un reportaje en la revista Día 7 titulado “Periodistas en Tregua” escrito por Cristina Ávila-Zesatti, impactante, porque es darte cuenta de la realidad en la que viven algunos periodistas por el hecho de expresar sus opiniones y principalmente por dar a conocer la verdad, periodistas que son perseguidos por los propios gobiernos, cirmen organizado, militares, etc. Realmente es impresionante el leer lo que tienen que sufrir y vivir para poder llegar a un lugar seguro, que en este caso es “La Maison des Journalistes” (La Casa de los Periodistas), ubicada en Francia que se encarga de dar refugio a estos periodistas que huyen de sus países y los apoyan brindándoles un techo, comida, y sobre todo ayuda para superar lo que han vivido. Aquí dejo algunas partes del reportaje, ya que transcribirlo todo me llevaría algo de tiempo.
El drama de los refugiado alcanza hoy escandalosas y poco fiables cifras de más de 40 millones de personas, una emergencia humanitaria en sí misma, producto de otros desastres globales que ni siquiera la Agencia de los Refugiados de la ONU (ACNUR) puede determinar con exactitud. Y resulta aún más difícil contabilizar cuántos de estos “seres humanos sin hogar” eran o son periodistas en activo.
“Los periodistas que están amenazados resisten a veces años antes de tomar la decisión de huir y cuando eso sucede, significa que una voz, un testimonio ha decidido finalmente rendirse a las presiones, con esta acción, el país en cuestión perderá un testigo, un pensamiento que estaba intentando cambiar las cosas, pero es el comunicador quien más pierde, porque deberá enfrentarse al silencio y al olvido, y deberá empezar su vida de nuevo, prácticamente desde cero”.
Desde que abrió sus puertas hace ya siete años, La Maison des Journalistes ha acogido en sus instalaciones a 162 periodistas que han llegado a Francia huyendo de la represión de gobiernos, de milicias, de grupos paramilitares o del crimer organizados, cuyas persecuciones les hicieron intorelable la estancia en sus propios hogares. Y así la Casa de los Periodistas se erige como un ejemplo exitoso de convivencia multicultural, forzada en este caso por la terrible situación que cada comunicador arrastra a sus espaldas. Los separa la procedencia y el idioma, pero los une una macabra historia similar: amenazas, arrestos, torturas, daño físico a veces y psicológicos siempre… y los une sobre todo el valor de querer continuar con vida, y la esperanza de recuperar un día la libertad de su voz. Sin embargo, en el fondo, la mayoría sabe, intuye, que la profesión de periodista quedará atrás, igual que ha quedado su patria.
“Hay países donde pasa el tiempo y la situación no evoluciona”. Y en cambio, hay lugares donde las cosas empeoran: este año, Pakistán desbancó a Irak como el país más peligroso para ejercer el periodismo, seguido por el territorio palestino de Gaza, luego por México, Rusia, Somalia, Sri Lanka, Nepal y Venezuela. Por eso, iniciativas como la “Maison des Journalistes” en Francia, y otras alternativas que comienzan a formarse, permiten por lo menos que esas voces disidentes sanen, y se mantengan encendidas, que no sean acalladas para siempre… aunque sea bajo el precio de mantener la vida a cambio de silencio… por que quizá –sólo quizá- ese silencio será mera cuestión de tiempo.
El drama de los refugiado alcanza hoy escandalosas y poco fiables cifras de más de 40 millones de personas, una emergencia humanitaria en sí misma, producto de otros desastres globales que ni siquiera la Agencia de los Refugiados de la ONU (ACNUR) puede determinar con exactitud. Y resulta aún más difícil contabilizar cuántos de estos “seres humanos sin hogar” eran o son periodistas en activo.
“Los periodistas que están amenazados resisten a veces años antes de tomar la decisión de huir y cuando eso sucede, significa que una voz, un testimonio ha decidido finalmente rendirse a las presiones, con esta acción, el país en cuestión perderá un testigo, un pensamiento que estaba intentando cambiar las cosas, pero es el comunicador quien más pierde, porque deberá enfrentarse al silencio y al olvido, y deberá empezar su vida de nuevo, prácticamente desde cero”.
Desde que abrió sus puertas hace ya siete años, La Maison des Journalistes ha acogido en sus instalaciones a 162 periodistas que han llegado a Francia huyendo de la represión de gobiernos, de milicias, de grupos paramilitares o del crimer organizados, cuyas persecuciones les hicieron intorelable la estancia en sus propios hogares. Y así la Casa de los Periodistas se erige como un ejemplo exitoso de convivencia multicultural, forzada en este caso por la terrible situación que cada comunicador arrastra a sus espaldas. Los separa la procedencia y el idioma, pero los une una macabra historia similar: amenazas, arrestos, torturas, daño físico a veces y psicológicos siempre… y los une sobre todo el valor de querer continuar con vida, y la esperanza de recuperar un día la libertad de su voz. Sin embargo, en el fondo, la mayoría sabe, intuye, que la profesión de periodista quedará atrás, igual que ha quedado su patria.
“Hay países donde pasa el tiempo y la situación no evoluciona”. Y en cambio, hay lugares donde las cosas empeoran: este año, Pakistán desbancó a Irak como el país más peligroso para ejercer el periodismo, seguido por el territorio palestino de Gaza, luego por México, Rusia, Somalia, Sri Lanka, Nepal y Venezuela. Por eso, iniciativas como la “Maison des Journalistes” en Francia, y otras alternativas que comienzan a formarse, permiten por lo menos que esas voces disidentes sanen, y se mantengan encendidas, que no sean acalladas para siempre… aunque sea bajo el precio de mantener la vida a cambio de silencio… por que quizá –sólo quizá- ese silencio será mera cuestión de tiempo.